20 dic 2013

Dali, mucha caminata por aquí, mucho porro por allá…

Dali... Sonrisa china...
A pesar del cansancio de dos días de viaje, la llegada a Dali no pudo haber sido mejor. Casualmente arribamos en la víspera de noche buena, que para ser realistas y sinceros con usted sr. lector, en China importa bastante poco, por no decir, una reverenda mierda. Revoleamos los bolsos al piso, reagrupamos las células, quebramos cogote, y marchamos a toda máquina a la búsqueda del bar que Dou Dou, el amigo de la Rubia, nos había señalado como el sitio ideal para relajar el cerebro.

Casi sin quererlo, o quizás sin notarlo, en este camino hacia la relajación intentaron interponerse: una italiana que mantenía el balance del humor a base de pastillas, un venezolano que contaba historias ciertamente muy dudosas, un suizo inglés muy piola de charla igual de interesante, y cómo no, un argentino que estaba viajando con su mujer vendiendo estampitas. La Argentina, señoras y señores, y aunque las banderas no son de mi agrado, es una de las mejores nacionalidades del mundo...

Dali, camino a la relajación...
La ciudad de Dali es en sí bastante grande, aunque el destino del buen turista es caer directamente en las garras de la “Antigua ciudad de Dali”, algo así como un mini pueblito adentro de la ciudad, con una semi atmósfera hippoidea a la que concurren personas de todas partes del mundo, y que también se atesta de chinos todos los feriados, cada fin de semana y días libres. Es el típico pueblo lleno de artesanías, de negocios coloridos, y calles amenas, que cumple con todos los requisitos necesarios para ser catalogado como un popular centro turístico.


Puerta sur de entrada a la Ciudad Antigua de Dali...
Un poco de turismo en el centro...
Gente linda de Dali...
Como primera medida, y entre otras veinticuatro minorías étnicas, es el hogar milenario de los “Bai”, habitantes emblemáticos de la ciudad, fácilmente identificables por sus excéntricas y coloridas vestimentas. Número dos: el extenso y caudaloso lago “Erhai”, se encarga de refrescar la visual y dar mucha más vida a un ambiente contextualizado y protegido por la imponente belleza de las montañas “Cangshan”. Como si esto fuera poco, y ahora sí, amigo rasta, párese y aplauda largo... se rumorea que es uno de los primeros lugares del mundo en donde se cultivó la famosa plantita de marihuana. Mito o verdad, a mí me da igual.


Señorita Bai que intenta comercializar las fotos...
Lago Erhai...
Montañas Cang Shan...

Y justamente por esto último estaban brindando los pibes del bar en el preciso momento en que entramos a decir “Ni Hao”. La Rubia se acercó y les comentó que era amiga de Dou Dou y que Dou Dou nos mandaba a hacernos amigos. Ahí fue que entendimos que “Dou Dou”, al menos en este coffee shop perdido en alguna parte de Dali, es claramente una palabra mágica. Todo sucedió tan de repente que ya no me acuerdo cómo, pero revivo automáticamente esa sensación de no poder levantarme de un sillón, mientras alguien pretendía que pruebe algún "otro" porro distinto.


El porro perdido... y encontrado... todo junto...
Con “Nana” y “Arro Morro” a la cabeza, estos preciosos seres humanos oriundos de la provincia china de Inner Mongolia, se encargaron que nuestras vidas fueran atravesadas por un período de emociones suaves, que nunca a más de dos metros de un hermoso fuego y a uno de una pipa de agua, se codeaban con la bonita extravagancia de los encuentros humanos genuinos. Porque no hay encuentro más genuino, créame usted, que la sonrisa que brota recíprocamente sin lenguaje y sin el molde de ninguna palabra.

Los pibes de Inner Mongolia y los pibes de Argentina en el Coffee Shop...
La navidad pasó notoriamente desapercibida, casi como lo que es: un evento sin contenido real. Decidimos encarar los últimos días del año sin una sola presión o actividad prefijada. Como en todo este viaje hasta aquí, no teníamos idea de qué cosas “había que hacer” o “a qué templos no podíamos dejar de ir”. Decidimos mantenernos fuera de la burbuja de la ansiedad y continuar con la filosofía de encarar el mundo “hacia allá” o “un poco más para acá”.

Si a nuestro acentuado cansancio le sumamos un pueblito fumanchú hippoideo y amigos de Inner Mongolia llenos de marihuana, para agendarnos una obligación o actividad comprometida, de mínima debía ser un asunto de vida, y de máxima, de muerte. De lo contrario, lo único que nos interesaba era caminar, observar, comer, fumar un porro y seguir caminando. Disfrutar de la magia del ambiente y de cualquier otro hecho fortuito que acontezca alrededor. Aún puedo re experimentar una abultada fuga de sensaciones que se desprendían del pecho hacia la memoria infinita; una especie de condensación de sentimientos, que como una línea imaginaria, se proyectaban y se disolvían constante y eternamente en el espejismo del tiempo.

Autopistas hacia la memoria infinita...
Caminamos mucho y muy tranquilamente por la ciudad y la periferia. Paso a paso se sucedían los eventos, las personas y las situaciones. Por milisegundos me invaden la memoria destellos de hermosura, refilones de los rayos del sol en la cara, y la inmensidad de un campo donde el viento parecía empujar el aire del pasado. Una imagen que llega directamente desde la contemplación de los alrededores de Dali; parado sin querer en ese específico lugar donde se diluye una “civilización” que intenta esconder la pureza del hecho espontáneo. Esa pureza que se erige como la única verdad, y que muy por fuera de los límites de la “necesidad”, “es” y no “pretende”, vive y no proyecta, y acepta su muerte en tiempo y forma, resignándose a naufragar en el infinito océano de las causas que intentan dimensionar algún nuevo y falaz entendimiento de la “realidad".


El viento del pasado soplando sin parar...
China corazón... Hermosura al natural...
Pagodas, azadas, autopistas, recovecos, multitud y soledad. Viento, silencio, camiones viejos y gente colorida. Templos construidos sobre un código idiosincrático al que no tengo acceso. Una interesante mezcla de pasado, presente y futuro interactuando constantemente, pero inconscientes, o más bien indiferentes los unos con los otros. Toda la constitución de Dali, como espacio, como ciudad, es una reminiscencia a la propaganda Maoista de un futuro promisorio, y de esa sonrisa que vuela al infinito olvidándose que lo que opaca los colores no es ni el éxito, ni el fracaso, sino el paso del tiempo. Existe una cierta falta de coherencia en mis recuerdos que posiblemente tenga que ver con el sentimiento con el que me movía por las calles... con la dificultad que experimentaba por aquel entonces para formar una idea clara y estable del sentido de la "realidad" o de la vida.

Pagodas Chong Shen al paso...
Aquella propaganda maoista I...
Aquella propaganda maoista II...
Sí. Fueron días de sol y noches de frío, marcados por largas caminatas y largas fumatas con los amigos de Inner Mongolia. Hasta tuvimos tiempo de mirar Rambo IV, de tomarnos alguna birra, y de llenamos la panza de dumplings, y de chau fan, chau mien y papitas picantes en las famosas parrillas chinas. Conforme avanzaba el viaje se "anecdotizaba", cobraba textura, volumen y vida... y nos llenaba de historias semi inventadas...
Parrillita y momitos en la ciudad antigua de Dali.. 
Excitados entonces por este pequeño milagro, saltamos al otro lado del umbral de los deseos, donde pudimos entender que Shangri-La estaba pidiendo visita a los gritos. Valía la pena hacer un último esfuerzo antes de la partida de China. La Rubia ya no tenía resto para moverse, por lo que le dejamos los petates, e ideamos una pequeña excursión que nos llevaría muy cerca de las puertas del Tibet. A ver qué nos sucede y qué nos espera... Hasta la próxima y muchas gracias por leer.

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