11 mar 2009

América en Bedford - Cuba

NO al embargo en Cuba
Si México fue la corona de nuestra verborrágica escalada continental, el viaje a La Habana, Cuba, fue la entrada a un espacio parecido a un sueño profundo, donde la supuesta "realidad" terminó de desvanecerse en una especie de espejo de una meta realidad desconocida, o quizás y porqué no, como muchas veces pensamos con Juli, como zambullirse adentro de un televisor, en una película o una serie, que por lo menos para nosotros, tuvo un comienzo y un final feliz...

Antes de partir hacia la isla nos habíamos contactado con Rafael, cuyos datos nos llegaron a través de los padres de Juli. Se ofreció a recogernos en el aeropuerto, el lugar dónde empezó esta película de un país que te cuenta una historia completamente distinta a la conocida, del cual aprendimos algunos valores interesantes y nos llevamos el cariño de un grupo de personas que permanecerán por siempre en un lugar privilegiado del alma.

Salimos del aeropuerto luego de agradecer a todos los dioses no haber tenido la mala idea de viajar con marihuana en el bolsillo, ya que el aeropuerto estaba inundado de perros, que con un solo "guau" nos hubieran regalado automáticamente un pasaje de vuelta directo a México. Pasamos los chequeos, nos encontramos con Rafael y partimos muy excitados hacia "Playa", un barrio un tanto alejado del centro de La Habana. Allí nos estaban esperando para darnos alojamiento una muy hermosa y muy amable pareja de cubanos.

Aeropuerto Internacional José Martí...
(Fuente: http://hotelesbaratoscuba.com/2011/04/como-trasladarse-del-aeropuerto-al-centro-de-cuba/aeropuerto-jose-marti/)
La habitación y la cama eran muchísimo mejores que muchas de las últimas camas y cuartos en las que habíamos dormido. Tenía agua caliente y el lugar era súper cálido. Me lamenté un poco de tanto "lujo", ya que muy de antemanos sabíamos que íbamos a pasar máximo cuatro minutos por día despiertos en el lugar; dos a la mañana para lavarnos los dientes, dos a la noche mismo motivo.

La mañana siguiente nos encontró bastante cansados por el día de aeropuerto, vuelo y movidas de viaje y pormenores del traslado. Pero estábamos en La Habana, y la expectativa y la excitación eran demasiadas como para no salir corriendo a abandonarnos en todas las esquinas de la mítica ciudad. Para nuestras suerte, nos estaba esperando la dueña de casa con un desayuno de bienvenida, y ahí mismo, masticando un poco de algo, nos topamos con el primer escollo a resolver en Cuba: la plata.

Vivir como turista en La Habana, y más en aquel momento, para nosotros resultaba directamente un disparate. Había dos monedas en circulación (que aún continuan), los pesos convertibles (CUC) y los pesos cubanos. Los pesos convertibles valían lo mismo que el euro, y de los cubanos, nos cambiaban algo así como veinticuatro por cada euro. Y no solamente esto, sino que si se es turista en La Habana, se espera que se viva y se pague como tal. La mayoría de los elementos básicos de consumo tienen diferentes precios de acuerdo a la condición de ciudadano o no, y supuestamente ningún extranjero debería tener acceso a los pesos cubanos, si es que no se encuentra en calidad de residente.


La familia cubana...
Pesos cubanos y pesos convertibles...
Este escollo fue directamente atendido por nuestra anfitriona, con la cual compartimos nuestra precaria condición económica y tomó la decisión de ayudarnos y hacernos el favor de cambiarnos en el banco euros a pesos cubanos, con lo que, apenas pusimos un pie en las añoradas calles de La Habana, ya nos habíamos sacado de encima un 50% de nuestra condición de turistas.

Qué placer salir aquella primera vez a caminar por los barrios de La Habana. Un especie de sentimiento irrepetible en cualquier otro contexto. El medio ambiente evidencia un cambio radical fundamentado en una realidad que se manifiesta y se respira en una atmósfera muy diferente a las de los restantes países del continente. Llena de estímulos que desnudan una realidad muy distante y diferente a la de un mundo que constantemente tiende a mimetizarse y repetirse. Cuba rompía con esa energía de "todo lo mismo" proponiendo un hermoso giro a eso que llamamos "realidad".

Los autos de colección surcando las calles, la musicalidad de la lengua cubana, las formas y la dulzura que emanan hasta cuando están puteando. Las "guaguas" donde siempre entran más personas que las que uno se imagina, los sándwiches tostados de pepino y jamón que nos salvaron cada mañana, las fachadas de las casas, la arquitectura, y esa infinita simpleza en los modos y en la forma de ser.

Autos de colección en el Capitolio...
Empezamos a mezclarnos con la gente a lo cubano, que allí más que en cualquier otro lugar en el mundo significa mirar a los ojos. En esa mezcla y vivencia de los espacios comunes a través de las miradas, fue donde fuimos dándole forma a las primeras impresiones  que obtuvimos de este país tan distinto al resto. Tardamos un rato largo en empezar a responder a la pregunta: ¿Qué es lo que le da el carácter a la ciudad?, pero en algún momento logramos una primera aproximación a la respuesta.

Más allá de una imponente arquitectura (venida ciertamente a menos) y de un malecón que todo lo sobre embellece, lo que disimuladamente le estaba dando muchísimo caracter a la ciudad, era la ausencia de carteles publicitarios, hecho que posibilita apreciar el medio ambiente en su totalidad sin ningún tipo de interferencia. La ciudad está ciertamente vacía de estímulos visuales que desvíen la atención hacia cualquier otra cosa que no sea el contenido puro y desnudo de los elementos tangibles que le dan forma. Nunca había tenido la posibilidad de contemplar un espacio tan grande, libre de esta especie de polución visual a las que están sometidas el resto de las capitales y ciudades del mundo.

Contaminación visual cero...
(Fuente: http://es.123rf.com/photo_9397341_vista-panoramica-de-la-habana-vieja-incluyendo-varios-edificios-conocidos.html)
En otro orden de cosas, los viajes en "guagua" también nos acercaron hasta algunos condimentos del temperamento cubano y sus formas de expresión. Las "guaguas" son los colectivos o buses para el resto de la cultura hispanohablante, y en Cuba, como muchas personas saben, están subsidiados en casi un 100% por el gobierno. El costo de un viaje en el año 2006 era cuarenta centavos de peso cubano, valor que casi no tiene sentido convertir a ninguna otra moneda. El servicio es deficiente y la frecuencia varía según distintos factores, por lo que todas las "guaguas" están constantemente superpobladas. Lo interesante ante tanta superpoblación es la interacción que sucede desde esa incomodidad y la negociación de espacios en las carcachas. La idiosincrasia cubana me sorprendía constantemente. Por momentos muy cansada, por momentos muy acostumbrada, pero en vez de insultarse o de mirarse con cara fea o agresiva, ante cualquier roce o molestia, resolvían las situaciones con chistes, charlas y carcajadas, lo que en Argentina se suele resolver a las puteadas.

Una de las tantas guaguas en La Habana...
Para nosotros significó el encuentro cara a cara con esa vuelta de tuerca que la cabeza fuerza, cuando se da cuenta que algunas cosas son como son, y mucho mejor plantar una sonrisa, que pasarla mal y hacerse mala sangre. Fue una de las primeras cosas que admiré de los cubanos: la capacidad de adaptación y de disfrute, ambos elementos centrados en lo realmente importante, la preservación de las relaciones y el respeto por el otro.

Invertíamos mucho tiempo en maratónicas caminatas por casi todo recoveco que nos llamara la atención. Hacíamos paradas en los negocios de ropa, en las farmacias, en los bares, en las bicicleterías, en los monumentos históricos, en las plazas, en los museos, en las panaderías. Espantábamos a los miles de personajes que nos querían convencer de comprar habanos de contrabando y nos quedábamos charlando con algún peluquero por ahí, o con algún otro por allá. A veces era un arquitecto, a veces un ingeniero, a veces un estudiante. Todos interesantes y todos con mucho contenido en lo que tenían para decir. Despliegues humanos que nos fueron pintando un cuadro muy interesante desde dónde poder  pensar la realidad cubana.

En estas recorridas, y para no restarle importancia a lo obvio, me veo en la obligación de nombrar algunos de los lugares más tradicionales que uno se topa en una visita a La Habana, que ciertamente valen la pena y forman parte del cambalache más profundo de la ciudad. Para comenzar: La vieja Habana, un lugar bellísimo para caminar. Mezcla de arquitectura e historia. Dueño de una de las partes más hermosas del malecón. Definitivamente un paseo obligado y un espacio para admirar y disfrutar de punta a punta.


La vieja Habana...
Malecón de La Habana... Difícil de explicar...
Para continuar: la Plaza de la Revolución (uno de los mayores simbolismos de La Habana donde se encuentra el monumento a Martí y otros edificios gubernamentales muy conocidos por fotos). El museo de La Revolución (lugar al que fui con muchas expectativas no cubiertas), y el Capitolio (que estaba cerrado por reformas).

Además, muchas interminables y famosas avenidas que serpentean por distintas partes de la ciudad y desembocan en lugares como la mítica heladería Coppelia en el barrio del Vedado; y como para no ser descorteses con la historia, la infaltable mención especial a “La bodeguita del medio”, punto de encuentro con cuatro personitas con los corazones más lindos que conocimos en todo el viaje por las tierras americanas.


Plaza de la revolución...
Camilo Cienfuegos y el Che en el museo de la revolución...
Coppelia por dentro... super retro...
La Bodeguita del Medio...
Y entonces me veo obligado a cambiar un poco el tópico y a detenerme en el contraste que se me produjo entre Cuba y el resto de los países, especialmente centroamericanos, aunque también sudamericanos, en términos idiosincráticos. Muchísimo más allá de un debate en el que prefiero no ahondar (capitalismo y comunismo), quisiera hacer una mención especial a la calidad humana de los cubanos. Tampoco me interesa disertar si Fidel Castro es un dictador, o si el Che Guevara y Camilo Cienfuegos son héroes, mártires, mala gente, o seres abominables a favor del totalitarismo.

La población cubana primeramente es impresionantemente imaginativa y creativa. Quizás por las carencias a las que estan sometidos por varias y profundas razones en las que tampoco prefiero ahondar, son capaces de crear un mundo sin ningún tipo de elemento material que lo sustente. Están inmersos constantemente en juegos mentales, en entretenimientos de palabras, en un ejercicio de pensamiento que ciertamente me pareció muy desafiante y estimulante a la vez.

No miran nunca a otro punto de una persona que no sea a los ojos. No hay variables en la vestimenta, o en las posesiones, que haga que la mirada se aparte de intentar encontrar el contenido humano en los ojos. Todas y cada una de las personas apuntan sostenidamente a los ojos en una búsqueda a veces intimidatoria que responda a "¿Quién eres tú?" y que se aparta completamente del "¿Qué tiene usted para darme?"

Quiero aclarar que esto no significa que no haya personas pendientes de quitarle el dinero al turismo (especialmente al europeo), y tampoco quiere decir que no haya personas que no tengan intereses monetarios. Hablo particularmente de las relaciones generadas en situaciones comunes, como podrían ser una caminata en un barrio, tomando una cerveza en algún barcito, o paseando por los mercaditos. Hablo de situaciones callejeras con cualquiera que sea, y de cómo se percibe el acercamiento hacia sus habitantes.

Los niveles de educación y de cultura general son sorprendentes en toda la población. Todo lo contrario a cualquiera de los países que venía transitando. Cuando en la mayoría de Centroamérica y Latinoamérica me costaba severamente encontrar a alguien que me supiera responder quién era el presidente del país, en Cuba me hablaban hasta de historia y procesos de Argentina que yo mismo desconocía. Todos usaban el lenguaje correctamente, todos sabían hablar bonito y argumentar consistentes sobre los temas en los que ahondaban. La persona que peor vestía podía ser fácilmente un médico o un ingeniero, y sentarse a charlar con cualquiera de ellos, siempre fue un gran placer y sinificó algún tipo de aprendizaje.

Es de los pocos países que estuve en el mundo donde la sonrisa es genuina, pura, abierta, pero nada ingenua a la vez. Es el primer país en el que vi una pobreza consistente, pero en el que la gente no se estaba muriendo de hambre, plantándole cara a la coyuntura, hecho que de mínima me mostraba una integridad adornada por cierto orgullo que despertó mi admiración a cada instante. Es el primer país que estuve en donde había medicina realmente disponible para todo el mundo.

También asistí a la frustración en la cara de muchos jóvenes, quienes principalmente desesperaban por salir corriendo de una isla de la que estaban cansados y donde el futuro se les hacía poco promisorio; y a la vez, conocí gente que había salido hacia distintos lugares y había vuelto por propia decisión, porque le parecía que no había nada más apasionante que Cuba.

Conocimos disidentes, no disidentes, gente que odiaba a Fidel, gente que no, pero todos ellos absolutamente capaces de dimensionar sus seres en relación con el entorno. El enojo no les impedía valorar sus propias condiciones, y a su vez, sus propias condiciones no le impedían distinguir lo criticable en cualquier cuestión. Un nivel de pensamiento, de educación, de integridad, de valores, de entrega y de generosidad que me dejó perplejo de principio a fin.

Ante jóvenes, ancianos o cualquier persona que me haya cruzado en Cuba, tuve que obligatoriamente sacar algo de mí para ponerme a la altura de tantos valores bien conservados, y de tanta exigencia emocional y mental. Y entonces: ¿qué mejor mis queridos amigos, que encontrarnos además todas estas hermosas y esperanzadoras variables, juntas, bien mezcladas, todas en batalla constante y todas en discusión permanente, en la figura de un grupo de niñas que nos hicieron parte de sus vidas por una semana, y que alentaron y mostraron gran parte de todo lo que escribí anteriormente?

Démosle la bienvenida al grupo de personitas que más se nos metieron en el corazón en todo el viaje: Mabel, Jessica, Heisel y Amor nos arrebataron con un atrevimiento de amigas eernas el restante 50% de nuestra condición de turistos, y nos salvaron de pasar de largo de muchísimos contenidos invisibles de La Habana, depositándonos en el centro de la escena y compartiéndonos las claves para lograr una mirada más afilada en las esquinas. Nos avasallaron constantemente los corazones con lecciones de integridad y generosidad, absolutamente inusuales para niñas de un promedio de veinte años.


Mabel...
Heisel versión punky...
Amor versión conejita...
Jessica versión enamorada...
En el malecón... noches y más noches...
Con ellas caminamos de la mano una Habana sin rumbo, que se centraba básicamente en su día a día, que nos metía directamente a la experiencia de cómo era vivir en Cuba... siendo cubano, con todos sus pros y todos sus contras, con sus discusiones políticas, con sus tristezas, felicidades, inquietudes y todo lo que atravesara estos más que conocidos y mundiales sentimientos.

Nos llevaron a la universidad de La Habana y nos presentaron a varios de sus amigos. En las escalinatas de la entrada hacia el gran complejo formador de ideas, nos estancamos diferentes días y largas horas, esperando, disfrutando, charlando, discutiendo y moderando situaciones. De ahí a la casa de Mabel a seguir paveando... o al malecón... o a caminar, o vaya uno a saber qué...


Escalinatas de la universidad de La Habana...
EEUU dando lecciones sobre derechos humanos en Cuba...
Algunas otras veces terminamos en alguna esquina con las bandas metaleras de La Habana, tomando alguna cerveza Bucanero, o alguna Cristal de ¾, que era difícil de conseguir cuando caía la noche... que dicho sea de paso, estaba casi siempre adornada por algo de música en vivo. Un poco de bolero, otro poco de guaguancó...

Hicimos una pasadita a ver una de las tantas reuniones gays y transformistas que se promueven en La Habana y también nos reservamos algunas noches para sentarnos en una playa cercana a la casa de Jessica, con el mar de fondo... a charlar, esgrimir y argumentar sobre los temas más candentes que Cuba carga en sus espaldas. Básicamente y más que nada a compartir horas muy apasionantes en la compañía de corazones amaestrados.

Cervezas cubanas...
Que cagada que todo en esta vida tenga un fin... ¿Porque no decirlo?... Me fui enamorado de Cuba, de su gente, de sus calles, de su olor, de sus ancianos, de sus vendedores, de su mística, de su malecón, de su educación y otras miles de cosas más... La política que la evalúen los opinólogos o cualquier otro. Cuba es su gente... Integra, orgullosa, sufrida, consciente, luchadora, profunda, imaginativa y parada de frente a un futuro que en algún momento les va a llegar.

Disidentes y no disidentes, todos al corazón. Socialistas, comunistas, capitalistas, anarquistas y metaleros, gente increíble por donde se la mire. No hay un sólo cubano que me haya cruzado que no sea una persona que pueda tildar de entrañable y con la cual me motive sentarme a charlar. Todos me recuerdan el aroma de ese espacio que vive en otra realidad, una que por lo menos a mí me encantó. Gracias Cuba, de corazón y para siempre, ¡muchísimas gracias!

Lo que siguió fue salir al encuentro de uno de los aviones menos anhelados de nuestras vidas. Estoy seguro que en algún momento volveremos y reavivaremos ese fuego sagrado que nadie puede apagar. Hacia Cartagena, a salir del televisor y volver a nuestra realidad Latinoamericana... a empezar de una buena vez por todas nuestro retorno hacia Argentina.

El consuelo: en pocos días volveríamos a montar nuestro hermoso corcél. El titán nos estaba esperando en El Rodadero, Colombia, para volver a rugir con ese corazón de hierro y empezar una nueva peripecia para cruzar Venezuela, Brasil, el Amazonas y entrar lo mejor parados posible al suelo argento. Hacia allí nos llevaba el avión, hacia un nuevo destino. ¡Hasta Colombia segundo capítulo!...

Gracias Mabel, Jessica, Heisel y Amor... Un verdadero regalo de la vida haberlas conocido... Les dejamos una canción que aún conservamos gracias a ustedes... ¡Hasta pronto!...

La bandita cubana...

"Habana 8 pm" - X Alfonso

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