11 mar 2009

América en Bedford - Guatemala

Entrando a Guatemala
Cuando en algún momento entendí que ya era tiempo de continuar camino, puse primera en recta dirección a la frontera de Guatemala. Y, como en todos estos impredecibles vericuetos inventados por una humanidad a la que gusta más estar separada que unida, me sentí extraño ante el cambio de aire, de sensaciones y de idiosincrasias. Casi sin escalas ni largas esperas, rumbeé hacia la capital homónima, con la idea de recorrerla un par de días, y desde allí más tranquilo y asentado, decidir cómo sería el recorrido.

La llegada a Guatemala capital fue algo rara, ya que por alguna extraña y poco trasladable sensación, mientras caminaba las primeras cuadras, me invadió una sensación de inseguridad agobiante y hasta algo irracional para ser un mediodía soleado. Caminando con mi improvisada mochila a cuestas, me sentí raptado por ese extraño e incómodo sentimiento de que en cualquier momento algo malo me iba a suceder.

Posiblemente los barrios por los que me moví en busca de algún lugar para tirar los bártulos, no hayan sido los más alentadores del perímetro. Algunas situaciones algo confusas y muchas de las caras que iba cruzaban en el camino, me fueron llenando de paranoia la cabeza, motivo por el que me fui alejando rápidamente hasta por lo menos saber que mi mochila, con sus pocos elementos de valor, estaba a salvo.

Caminando por ahí en la capital Guatemalteca...
En bondi al más allá...
Una vez que puse a salvo mis pertenencias en el cuarto del único antro que mis bolsillos podían afrontar, me sentí bastante más aliviado, e inmediatamente salí a recorrer la ciudad. Para desafiar un poco a mi fortuna, decidí realizar la típica y muy poco original aventura de subirme a algún bus hasta cualquier lugar que me dejara (o me inspirara bajar), y desde ahí, tratar de conquistar el centro de la ciudad a pie. Cuando uno no tiene idea de dónde está o qué hacer, este recurso puede ser uno de los mejores amigos. Lúdico, adrenalínico y siempre prometedor...

La decisión estuvo bien. No tengo idea en donde me subí ni en donde me bajé, pero el ejercicio me sirvió para liberarme de aquel primer sentimiento que me despertó la ciudad. De todas maneras y para ser totalmente sincero, nunca llegué a sentir esa seguridad plena que libera la cabeza y te mete en la burbuja de la eterna seguridad turística. Guatemala definitivamente condensa una atmósfera "darkie" y difícil de transitar, además de altos índices de religión y de borrachos por metro cuadrado. A la vuelta de cada esquina aparecían caras que se me acercaban algo desafiantes y conspirativas. Varias veces me vi cambiando de rumbo, y hasta de dirección para evitar situaciones que claramente no auguraban un final feliz. 


La caminata alcanzó el punto máximo de relajación cuando fui llegando al centro propiamente dicho. La contención de tanto comercio y tanta gente yendo y viniendo, ayudó a acentuar un poco mi clandestinidad, y a disminuir la cantidad de rayos X que sentía llegar de las miradas de gran parte de los guatemaltecos. El centro y el tránsito definitivamente ayudó a disimular mi argentinidad y mi extranjería por un buen rato.


Parte céntrica de Guatemala...
Algunos borrachos sueltos...
Alguna de las mil iglesias...
Al llegar a la plaza principal tuve la oportunidad de ser testigo de una de las ceremonias más llamativas que había visto en lo que iba del viaje. Lo primero: mientras caminaba por una de las diagonales de la plaza principal en dirección hacia el centro de la plaza, no menos de tres personas me advirtieron que no caminara sólo por la ciudad, que algo me iba a pasar, que seguro me iban a robar y la misma historia de siempre. Decidí hacer oídos sordos y seguir mi camino. En el centro de la plaza algo estaba sucediendo. Se escuchaban gritos y se veía mucha gente aglutinada alrededor del monumento central. Me acerqué para encontrar un lugar que me permitiera ver a qué se debía tanto alboroto. Como por arte de magia y como quien no quiera la cosa, terminé estancado en medio de un cuadro que se puede clasificar de bizarro, gracioso, pintoresco y muy triste a la vez.

A la izquierda y a unos diez metros, una gran banda de transexuales gritando desaforadamente una infinita cantidad de guarradas hacia el centro de la plaza. Todos travestidos al 100%, jocosos, alegres y sarcásticos; del otro lado, a mi derecha, el día anual del juramento de la "nueva policía". Un espectáculo de cerebros lavados y vacíos que se erguían delante de algún otro personajito que los comandaba, prometiendo defender el orden, las buenas costumbres, y toda esa perorata cósmica. No había presenciado nunca tamaño evento. Definitivamente me pareció un espectáculo muy gracioso, pero bastante chocante a la vez... más que nada el de la policía jurando cosas...



A la izquierda… Una banda muy parecida a esta pero más numerosa...
(Fuente: http://guatemalaentrecolores.blogspot.com)
A la derecha... Los pibes que aseguran el orden...
La decisión de hacia dónde salir disparado, aunque en un principio parecía difícil, se hizo bastante fácil. Contra los transexuales no tengo nada, contra la policía mucho, así que de a poco me fui acercando a los primeros, para escuchar más nítidamente la cantidad de ingeniosas perversiones que salían de la boca de estas personas a los que les gusta vestirse de mujer. El espectáculo policial me llenó de tristeza por unos minutos, pero el espectáculo de los nene neno me balanceó la tarde con carcajadas y de asombro con buenas dosis de bizarrez. Con una impunidad pocas veces vista, inventaban frases sobre bastones, esposas, pistolas y todas las relaciones y derivados que a usted se le ocurran para molestar a estos policías novatos. Estuve a punto de salir corriendo a conseguir una minifalda y afanar un lápiz labial, solamente para adquirir el "derecho" de gritar alguna de las mil cosas que se me ocurrían y que no podía por mi condición de extranjero heterosexual.

En fin, las caminatas y los bondis a diferentes partes de la ciudad se siguieron sucediendo por un par de días y durante largas horas. Durante aquellas incursiones lamentablemente fui acumulando experiencias sobre posiblemente principal característica idiosincrática de Guatemala capital... y que por desgracia sería un rasgo que se transformaría en una constante en la estadía en el país: la cantidad de predicadores que se ven por todos los rincones de la ciudad. No solamente con discursos sobre un dios malo que te va a quemar en los infiernos si no "algo", sino también pidiendo dinero impúdica e impunemente a gente indefensa y muy pobre. Si el juramento de la policía me había dado cierta impotencia, un poco de indignación y mucha risa, esta segunda presencia del demonio tan acentuada, me invadió de los sentimientos más profundos de resignación.

En todos lados y por todo concepto (a veces hasta dos o tres en un mismo viaje de colectivo), estos siniestros personajes que van con speechs armados por la vida, suben a venderle esperanzas a una población sumida en la miseria y el abandono absoluto, a cambio de las únicas o pocas monedas que llevan en sus bolsillos. El mundo se me hizo demasiado virtual, vil y mentiroso nuevamente, pero recuerdo que en aquella oportunidad se condensó todo en un lapso de tiempo demasiado pequeño.

Guatemala panorámica...
Anfiteatro al aire libre...
Auto-foto...
Decidí que aquella ciudad definitivamente no era mi lugar, y que si no me quedaba para armar una revolución de bombas atómicas, mejor me iba a visitar Antigua Guatemala para ver si era un poco menos ofensiva y me mostraba algún costado un poco más lindo del país. El de las instituciones definitivamente no estaba colaborando a mi precario estado emocional, por lo que no me quedó más que juntar mis cosas y mandarme a mudar.

Luego de un viaje de algo más de una hora finalmente llegué a Antigua Guatemala, y aunque la historia no varióó demasiado, especialmente con la religión, su calidad de ciudad turística y un poco más multicultural, le agregó al medio ambiente estímulos informativos más lúdicos y amables, permitiéndole al visitante hacerse el boludo con la realidad más fácilmente, y dejarse caer en el desdichado y deleznable acto de mirar hacia otro lado.


Y bue...
Las chivas... mística y hermosura reflejadas en un medio de transporte... 
Predicador en Antigua Guatemala...


Me compré una bolsita de marihuana en alguno de los callejones, me fumé uno, y me fui a recorrer con mucha tranquilidad, la amabilidad de esta ciudad declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad. Conseguí forzar algunas charlas muy interesantes sobre la lucha del pueblo guatemalteco (uno de los pocos que aún sigue resistiendo los embates de la colonización). Pueblo sufrido y guerrero a la vez, que a pesar de las invasiones y de los intensos intentos para fomentar el desarraigo y la destrucción de la cultura por parte de distintas naciones, principalmente las empresas norteamericanas, aún conserva muchos de sus rasgos históricos culturales intactos y sigue defendiendo su derecho a la existencia como pocos lo han hecho a lo largo de la historia.

En este sentido me enamoré de Guatemala en no más de tres intercambios con sus pobladores, y gracias a ellos también, pude eludir con buena cintura una buena manada de extranjeros de esos que plantan la gran bandera de la desigualdad y diferencia en términos sociales. Más que nada me refiero a aquellos que hablan con desprecio y gran ignorancia sobre "¿Cómo es posible que no se den cuenta que...?". Esas personas que ven constantemente un mundo pre establecido, terminado y correcto, y que juzgan cualquier elemento que no se acomode a sus bases, estableciendo una crítica liviana y facilista desde una posición privilegiada, hacia situaciones que tienen que ver con la higiene, la alimentación o la educación.

Antigua Guatemala tiene historia fuerte, lidna arquitectura, mucha mística, mercados coloridos como pocas veces había visto, y condensa una gran cantidad de los rasgos culturales más sobresalientes del país. Además, está rodeada de volcanes y se pueden realizar caminatas increíbles en todas las direcciones. Está constantemente repartiendo sonrisas sin costo, y no se necesita nada más que un par de pies para moverse por todos sus recovecos. También hay mucho malandra del lindo y del buscavida que vive alerta a ver qué puede arrebatarle al día. Es bastante turística, pero es a su vez, de esas ciudades realmente originales. Antigua Guatemala es un despliegue de carácter y de mucha personalidad.


Mercado en la ciudad de Antigua Guatemala...
Arcada, color y carácter...

Por las calles de Antigua Guatemala...
El bizarro Dr. Simi en el día del niño...
Aproveché la estadía para hacer una excursión al volcán Pacayá, que podía ser visitado a pesar de estar en erupción. Como estaba en actividad constante se podía también visitar en vivo y en directo los corredores de lava que se iban formando, hecho que me pareció totalmente sobresaliente y tentador. Me sumé a un grupo de pibes que estaban en la misma, me enamoré perdidamente de una israelita infinitamente bella, y me fumé a su novio que lamentablemente hablaba español, durante toda la excursión.

Cuando me sentí muy looser por haberme enamorado en dos segundos de una piba con un novio tan pesado, fui decidiendo que mejor ponía recalculaba el gps hacia algún otro lado, que en este caso, fue ahogar las penas en vino con vodka y cualquier otra cosa que me contaminara un poco el cuerpo. Por suerte, para estas nobles empresas, siempre hay amigos disponibles en cualquier bar al que uno decida entrar. Pasé un par de noches muy graciosas entre chinos que no me entendían nada, merqueros retirados y no tanto, y algunos otros personajes que se presentaban como refugiados por algún tipo de delito cometido, vaya uno a saber, en que ignoto país.


Antigua y volcán...
La banda del Pacayá...
Lava volcánica en vivo y en directo...
Hasta que claro... llegó el momento en el que me vi muy amenazado por la extrema cordialidad de tanto personaje dudoso, momento en el que me dejó de entrar el vino con vodka, agarré mi mochila, y me retiré silbando bajo, para salir en busca de la parte norte del país. Intentaba con ello acercarme hasta las ruinas de Tikal, y apostarle un poco a la suerte y otro poco al destino, para ver si me encontraba con el resto de la banda en la famosa Isla de Flores.

Hice un breve paso por el Lago Atitlán y por Semuc Champey, lugares que el tiempo que estuve no me alcanzó para acumularlos como experiencias reales. Mi precaria situación monetaria y la necesidad de apurar un poco el tranco para volver en busca de Bedfy en no más dos meses, hicieron que las cosas fueran a las apuradas y mal fundamentadas. Lo escribo y un poco me lamento, y también lo escribo, y es un poco una buena excusa para volver en algún otro momento.

Desembarqué finalmente en la Isla de Flores, lugar que sirve de base para la mayor parte del turismo que se acerca a visitar las ruinas de Tikal. La isla está rodeada por el lago Petén Itzá, el cual divide por medio de un puente, a la isla propiamente dicha de la población de Santa Elena.


Caminando por la islita de Flores...
Desde las alturas...
La invasión religiosa centroamericana...
Los callejones de la isla...
Al llegar me sorprendí de la cantidad de extranjeros que veían alrededor de la isla, de la cantidad de ofertas turísticas de las cuales no tenía la menor idea, de la cantidad de veces que te quieren sacar la plata del bolsillo, y de la cantidad de religiosos por metro cuadrado. Me puse a falsear que aprendía a hacer malabares con bolitas, mientras me fumaba a una señora pasadísima en años, que nunca me pude dar cuenta si se quería encamar conmigo o chorearme.

Como no era linda, no coroné todo al 29, y solo clausuré los bolsillos y me dediqué a recolectar la información necesaria para no gastar un centavo de más en la ultra archiconocida visita a estas emblemáticas ruinas Mayas. La señora resultó de gran utilidad, ya que en escasos minutos me convidó de esos pequeños yeites que te evitan pagar todos los extras innecesarios. Tenía una muy linda aura, que claramente provenía de su pasado y no de su presente. Le agradecí de corazón, tiré bomba de humo, y me fui a acomodar mis cosas para el día siguiente. Ya había tomado la decisión de no esperar a los chicos y hacer la excursión en solitario, ya que no sabían si llegaban en uno, dos o tres días más.

Metí un par de frutas y un poco de agua en la mochila, armé unos porritos, capturé un mapita que había por ahí, y me lancé a la ruta a surcar los sesenta o setenta kilómetros que me separaban de la entrada del parque nacional. Salí muy temprano en la mañana y llegué en un bus medio de línea, medio turístico, que me hizo las cosas mucho más fáciles de lo que pensaba. Quedaron todas las cartas echadas, me prendí el primer finito, y en algún momento no me quedó más remedio que entrar.

La entrada a Tikal es impresionante. Ahí nomás, apenas se atraviesa la puerta principal, además de un montón de monos saltando en árboles gigantescos, te da la bienvenida una jungla muy coqueta abrumada de monumentos de casi dos mil años de antigüedad. Un medio ambiente hecho a medida del incoherente despliegue mental de sensaciones que sentía en aquel momento. Una combinación de estímulos que resultaron la más afortunada invitación para que mi lado más lúdico soltara toda su niñez. 

Para ponerle más picante a la emoción, adentro también te esperan algunos mosquitos muy fanáticos de la sangre, que te hacen entender que muchas veces es mejor no hacerse el hippie y llevar un poquito de repelente (más si te lo avisaron y remarcaron previamente).



Árbol alto y viejo... Jungla...
Un ejemplo de ruinas mayas...
Objeto volador no identificado y Tikal...
Me prendí el segundo entonces, para que por lo menos los mosquitos queden abombados y no piquen tanto a los que vinieran detrás. Me lancé a una caminata que me llevó algo así como seis o siete horas y que me saturó de estímulos y sensaciones del primer tipo. Lo mejor de todo fue que gracias a ese ente benéfico que podríamos llamar "suerte", aquel día no había casi turistas en  las ruinas, por lo que me encontré con un montón de historia y de arquitectura para disfrutar en total soledad. Así fue que no paré de saltar y escalar pirámides y monumentos sin mesura, no preocupándome en absoluto por mantener ninguna conducta social esperable. Como siempre sucede, las horas pasaron y tuve que obligadamente volver a la realidad. A pesar de ello, muy contento y muy lleno de un montón de información que mi cerebro no tenía.


Ruina solitaria...
Pirámide imponente...
Patio central de Tikal...
Alguna deidad petrificada...
Con un par de días libres por delante, me lancé a la última excursión que realicé en Guatemala, el pequeño pueblo de Santa Elena. Sin dudas, peor sensación que en Guatemala Capital. Mucha más tristeza y mucho más impotencia. Un contraste increíble con la isla a solo un puente de distancia. Caminando por sus pequeñas y terrosas calles me llevé las imágenes más tristes que Centroamérica plantó en mi retina y en mi memoria: niños jugando en los charcos de agua podrida y comida en el mismo estado de putrefacción. Mucha precariedad en la asistencia sanitaria. Un gran porcentaje de los habitantes con mutilaciones en diferentes partes del cuerpo, por chiquiteces como infecciones y cosas 100% solucionables con los elementos más básicos de sanidad y de asistencia médica. Desnutrición, ignorancia, desprotección, desesperanza y olvido absoluto. Sin duda de lo más impactante que me tocó presenciar en lo que a espectáculo social decadente se refiere...


Unico retrato que quedó de Santa Elena...
Me retiré de la misma manera que me retiré de Guatemala Capital... abatido y asombrado de como algunas cosas se pueden hacer piel a través de la experiencia. Uno sabe que en el mundo pasan cosas siniestras todo el tiempo, pero hasta que uno no las experimenta en vivo y en directo, definitivamente no se da cuenta de la relevancia y de la real profundidad que ellas conllevan... y muchos menos obtiene el real deseo de hacer algo por ello.

El resto de la troop finalmente llegó y nos re encontramos. Nos contamos todas las historias, nos pusimos a tono, sintonizamos las energías, y como debía ser, todos juntos y unidos, nos fuimos a coronar la frontera más septentrional que íbamos a atravesar en este primer viaje continental. Apuntamos nuestras intenciones y nuestros corazones hacia Chiapas, México, y nos dejamos llevar a la conquista del destino elegido hacía ya algo más de un año atrás. Por mi parte, alma expandida, emoción interna interminable. Refugio total para una felicidad trabajada y lograda a base pasión y esfuerzo. Hasta México entonces y muchas gracias por leer...

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