11 mar 2009

América en Bedford - El Salvador y Nicaragua

Frontera Costa Rica – Nicaragua...
El paso por Nicaragua y El Salvador fue muy breve para todos, por lo que no podemos aventurarnos demasiado en el relata en cuanto a experiencias, ni dejar impresos demasiados juicios de valor. Estos países los atravesamos divididos en tres grupos, y sólo quien escribe, se detuvo por algunos días en la capital del segundo, San Salvador, lugar en el cual tuve la posibilidad de realizar algunas caminatas, visitar las playas y dedicarme a charlar un poco más con la gente. De la misma manera, el resto de la troop permaneció más tiempo en dos ciudades de Nicaragua... Granada, la ciudad turística por excelencia, y Managua, su capital.

Solo puedo comentar que los pasos fronterizos son muy precarios y que no se necesita visa de entrada para El Salvador. Una vez que se atraviesa la frontera Costa Rica - Nicaragua, los dos países funcionan con un visado único. Hay que tener mucho cuidado con el tema de las "avivadas", porque constantemente intentan cobrar impuestos que no existen y que carecen de recibos oficiales. Son fronteras lentas y pesadas. Se toman el tiempo de revisar largamente a todo bus o vehículo que la cruce. Durante el tiempo que hice la cola encarcelaron a dos personas por posesión de droga. Un hecho lamentable, considerando que estábamos entrados en el siglo XXI. Una hipocresía perversa de un sistema bastante más perverso aún.

San Salvador por aquel entonces estaba muy desabastecido en todos los aspectos, y aunque la guerra civil había terminado en el año 1992, todavía seguía haciendo mella en los corazones de sus habitantes, que enfáticamente advertían que no se podía caminar de noche, que no se podían tomar taxis, que “mejor andá a dormir”, que cuidado con que te matan y te violan y te tiran a los cerdos y otras mil cosas por el estilo. Resultaba muy difícil no sentirse inseguro y no andar mirando constantemente para los cuatro costados. Todos empezaban a ser sospechosos de algo.

El Salvador desde el hotelucho...
Terrazas deluxe...
Camas decentes...
Como sea, personalmente intento desconfiar de este tipo de paranoias y presunciones, y prefiero ser de los que les pasan las cosas a los que no, por lo cual tomé la decisión de fumar en señal de protesta, desobedecer y lanzarme a una caminata nocturna que me llevaría desde mi hotelucho hasta el centro de la ciudad. Rarísimo, y no sólo porque había fumado y todo me parecía mucho más aventurero, sino porque además de ser ciertamente peligroso, no había alumbrado público y desde los sitios más extraños aparecían siluetas "muertas vivas" a ofrecer algún tipo de artículo o servicio.

Lleno de prostitutas, de borrachos, de pastabaseros y de personajes que susurraban frases desde algún callejón. Al principio me inquieté y hasta estuve por volver, pero al segundo me relajé y me auto inflingí la seguridad de que nada pasaría. Estuvo muy bien, porque si no, hoy no tendría un coño que contar. Me prendí el medio porrito que me quedaba como para terminar de meterme de lleno en la virtualidad total. Automáticamente el siguiente objetivo fue conseguir una cerveza para acompañar la caminata, dejar de sentirme tan solo y aplacar la disonancia en los sentidos. Empecé a afilar el ojo, y entre tanta tiniebla y esquinas siniestras, pude divisar un par de luces de dudosa procedencia y alcance.

Respondían a una especie de concepto “bar restaurant” venido a lo menos que se puede, pero que tenía birra, y no sólo eso, sino que tenía una mesa de borrachos en su salsa y unos mariachis tocando por monedas, como si todo fuera parte de un reality show de la fonola humana fumona. Los choborras, como buenas personas que siempre son, me empezaron a charlar, me invitaron la cerveza y hasta me regalaron un par de canciones de estos mariachis chupa metal. Me tomé una, dos y tres, me pedí otra para el camino y me mandé a mudar. Un momento extraño, encapsulado en el tiempo y lleno de sentimientos de irrealidad.


El Salvador desde el hotelucho...
Foto en la plaza República Argentina...
Ya totalmente distendido, mi caminata continúo de una manera un poquito más temeraria, hablando con todos los limados que me cruzaba, a los cuales les entendía, o muy poco, debido a los averiados estados motrices, o demasiado, como el caso de las chicas, a las que por miedo a que me estaquéen en una esquina y me dejen en pelotas, les respondía "no" a todo y de antemano. Por lo demás, fui y volví y salí ileso. Nadie me había tirado a los cerdos luego de apuñalarme veinte veces. Aunque claramente el lugar no es el más recomendable para mandar a caminar a Antonito de la Rúa.

Para ponerle un poco de turismo al no turismo, llegó mi amigo personal Luis Bracca, con quien tuvimos un reencuentro muy lindo, que me llenó de alegría el día y de comida la panza, ya que como él estaba parando en uno de estos hoteles muy conocidos y coquetos, me invitó a un interminable desayuno que me dejó tirando patadas voladoras de felicidad. “Panza llena, corazón contento” está en mi top tres de frases populares más realistas.

Luego, en un especie de taxi con el que Luisito había arreglado, nos fuimos a dar una vuelta por las playas linderas con San Salvador. Como su visita iba a ser muy corta, y yo tenía que seguir camino hacia Guatemala para encontrarme con mis amigos: bien coronadito el 29 y nos dimos una vuelta por las arenas más solitarias que vi en toda mi vida... con uno de los vientos más persistentes que a todo le sumaba un poco más de incomodidad.

Con Luisito en la desolación de las playas de El Salvador...
De todos modos: cuando la compañía es buena, el lugar es mucho más que un aspecto secundario o una mera anécdota. Por eso quiero dejar este mínimo registro de aquel día, para afirmar y corroborar que aquel fue un encuentro feliz que me dejó listo para salir en busca de un país que resultaría sumamente diferente a todo lo que venía conociendo en Centro América, GuatemalaNos tomamos unos traguitos y pasamos unas horas totalmente inesperadas en algún punto inhóspito de Centroamérica, armando pequeños planes para cuando me tocara volver. Salud entonces por el encuentro y salud por las pocas, pero intensas experiencias que tuvimos la suerte de compartir en este más que extraño país...

Playa más desoladora que las de Río Grande...
Arena sin marcar por años...
Volcán de postal... ¡Hasta la próxima!...

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